domingo, 17 de febrero de 2008

Historia perruna


Por todos es sabido que el animal más fiel a su amo es el perro. Parece ser una verdad universal. Para aquellos que hemos tenido, sabemos que sí, que es cierto. Un perro siempre es constante en sus afectos y, difícilmente, defraudará la confianza que deposites en él.

El fin de semana pasado, concretamente el sábado, mi cuñado fue a cazar, como de costumbre, con los de siempre: familiares y amigos que comparten la misma afición. Suelen ir a unos 65 quilómetros de la ciudad donde vivimos. Cuando acabó el día, uno de los perros de su hermano no volvió. Estuvieron buscándolo y llamándolo, pero no hubo manera de encontrarlo. Apenados, tuvieron que irse del lugar, pero dejaron un chaleco en el suelo para que, si el perro volvía, tuviese un punto de referencia.

A la mañana siguiente, el hermano de mi cuñado regresó con la esperanza de que su perro hubiese encontrado su chaleco y estuviese allí. Pero no. La prenda estaba (y no la tocó), pero del animal, ni rastro. Desilusionado, y después de recorrer la zona nuevamente, volvió a casa dándolo por perdido y sin poder quitarse de la cabeza qué le habría ocurrido al pobre animal.

El amor que tienen los cazadores a sus perros es tan grande, que el hermano de mi cuñado, no se dió por vencido y el lunes, después del trabajo, regresó.

Cual fue su sorpresa y su alegría, cuando vió que su querido animal lo estaba esperando, mucho más delgado, tumbado encima del chaleco.

¿Qué le pasaría? Ni idea. Pero ahí estaba.

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